sábado, 3 de marzo de 2012

El amor y no el éxito es lo importante

Es difícil ser niño, aunque parezca que sólo tienen que tenerte aseado y alimentado y tú te encargas de divertirte, no es así. Los adultos nos pasamos la vida frustrándolos. Es la moda de los 90 y de las décadas del 2000: "no subas aquí, que te vas a caer", "no juegues en los charcos, que te vas a ensuciar". Hoy en día todos los adolescentes están frustrados, nos preocupamos de decirles a todos que sí para no frustrarles y los malcriamos o los sobre protgemeos con demasiados límites y los frustramos. Algo no hacemos bien.

Los niños tienen que ensuciarse, tienen que caerse, tienen que llegar a casa con las rodillas peladas y el culo del pantalón lleno de polvo, subirse a los árboles, pasarse algún verano con el brazo o la pierna enyesada, dejarles descubrir hasta donde es su punto límite para que aprendan por ellos mismos que no deben pasarlo y estar a su lado mientras lo descubren por si les da por intentar volar desde lo alto de un muro. Sin embargo, en lugar de protegerlos, les enseñamos el miedo y yo pregunto... ¿no habría que tenerle respeto a la vida y no miedo? Yo no quiero ser de esas madres que se pasan el día poniendo límites, aunque se haya convertido en el único modo conocido de educar y se digan ese tipo de cosas ya por sistema, no es mi filosofía.

Si no les dejamos soñar, no estamos educando niños sino creando inútiles (que no incapaces) y eso, es lo peor que podemos hacerles cuando a un hijo se le desea lo mejor. No hablo desde el afán de que lleguen alto para no ser unos miserables y triunfen en la vida, por lo menos yo no quiero eso para mis hijos, quiero que si triunfan sea siendo felices, hagan lo que hagan y tengan el cargo que tengan. No se puede ser un fracasado o un miserable si eres feliz. Ese es otro de los grandes problemas con los que me he encontrado cuando trato con niños.
Suena a peli americana pero lo tenemos presente cada día, esperando que nuestros niños saquen dieces, apuntándolos a mil extra escolares, sufriendo porque sea el que marque el gol en el partido de su equipo... y nos convencemos tanto de ello y se lo plasmamos tanto que nos olvidamos de su obligación de niño: disfrutar. ¿Cuando juegan? Si de lunes a viernes llegan a casa para hacer deberes, ducharse y cenar y los fines de semana entre que van a Esplais (como siempre, dirigidos por un adulto) o tienen campeonatos de lo que sea, o ven a los abuelos... ¿Cuándo juegan? Después decimos que la juventud está dormida, que no tiene iniciativa por nada, pues, señores, es culpa nuestra (o vuestra, que yo todavía soy joven), si hemos pasado toda la vida dirigidos en todo lo que teníamos que hacer y cuando debíamos actuar por libre no había nadie que nos dijera cómo por una vez. Eso sí es un fracaso y no sacar un cinco en el examen de experimentales. Puede parecer una tontería pero la creatividad, el desarrollo de la imaginación, el ocio por si solo, es importante.

No soy madre pero si estoy muy vinculada en temas de la educación y la psicología evolutiva desde hace algunos años y me ha enseñado más de lo que cualquier libro podrá hacerlo. Espero que ello me convierta en la mejor madre posible; me equivocaré mil veces y millones más, estoy segura, pero siempre intentaré aprender de ello y no empeñarme en lo que el rebaño cree que es lo correcto, sin sentirme culpable por dejar que mi hijo se caiga, experimente, o no obcecarme en apuntarlo a mil actividades para que se le den bien. Quiero hijos felices, no hijos triunfadores. Estar con ellos y explicarles por que no pueden hacer el pino-puente en la ventana, con una explicación amorosa y lógica, que son niños, no tontos, pero sobre todo, estar con ellos. Mis padres me lo dieron todo. Venían de familias que sufrieron la posguerra y quisieron dármelo todo, es algo de lo que también aprendí como un error ya que yo hubiera preferido que mi padre me llevase al zoo o me explicase un cuento por las noches para mi cumpleaños a que me trajese la muñeca que pedía y que después se quedaba tirada en la estantería. A estas alturas creo que empezamos a comprender los de mi generación la importancia de pasar tiempo con ellos, qué pena que los padres de los que todavía están a medio camino no. El amor es lo importante y no el éxito.